El uso de drones en el Sahel, una región de África asolada por la violencia yihadista durante la última década, se ha convertido en un problema grave. En abril, la filial de Al Qaeda en el Sahel llevó a cabo un ataque utilizando drones modificados con granadas y morteros en el centro de Mali. Aún más preocupante es el despliegue de variantes potenciadas por IA, conocidas como sistemas de armas autónomas letales (Laws), que pueden realizar labores de vigilancia, seleccionar objetivos y atacar de forma autónoma. Estos sistemas plantean el riesgo de caer en manos de grupos terroristas, lo que podría agravar los conflictos en la región.
En años recientes, varios drones avanzados se han perdido en operaciones antiterroristas debido a errores técnicos o ataques insurgentes. Estados Unidos, por ejemplo, perdió tres drones MQ-9 Reaper a manos de los houthis en Yemen en mayo de 2024, y drones MQ-1 Predator en Libia y Níger en 2019 y 2023, respectivamente. Las armas autónomas plantean preocupaciones éticas significativas, ya que permiten que máquinas tomen decisiones sobre la vida humana, reduciendo a los objetivos a simples puntos de datos.
A pesar de estas preocupaciones, el uso de drones equipados con inteligencia artificial sigue en aumento. Fuerzas ucranianas han utilizado drones con IA para evitar interferencias en sus ataques dentro de Rusia, e Israel emplea un sistema de recomendación de IA llamado “Lavender” en Gaza para identificar a operativos de Hamás. Estados Unidos también ha desplegado sistemas de IA para identificar objetivos para ataques aéreos en Siria y Yemen. Aunque estos no son ejemplos de armas autónomas, la tendencia apunta a un incremento en su uso en conflictos.
En África, solo ha habido dos casos de despliegue de armas autónomas, uno de ellos en un combate activo. En un informe de la ONU de 2021, se informó que fuerzas respaldadas por el gobierno libio utilizaron un dron Kargu-2, fabricado en Turquía, que “cazó y atacó a distancia” a combatientes enemigos, seleccionando objetivos de forma autónoma. Sin embargo, se han planteado dudas sobre la capacidad de este dron para distinguir entre objetivos militares legítimos y civiles.
Más recientemente, en mayo de 2024, el Mando Africano de Estados Unidos probó un dron autónomo en Libreville, Gabón, durante un ejercicio con naciones de África Occidental para combatir la piratería. Este dron, conocido como Triton, utiliza escáneres y sensores de alta resolución para recopilar información y ejecutar contramedidas de forma autónoma. Con variantes aéreas y marítimas, el Triton puede permanecer bajo el agua durante más de una semana o llevar a cabo operaciones en la superficie durante dos semanas.
Regulación de las Armas Autónomas
La posibilidad de que estas armas caigan en manos de grupos terroristas en el Sahel es alarmante. Es imperativo desarrollar marcos legales que regulen el crecimiento de estos sistemas y sancionen a quienes violen tales normativas. Aunque la ONU ha revelado planes para prohibir armas que operan sin supervisión humana para 2026, la postergación de la prohibición permitirá que el desarrollo y uso de estas armas continúe. La atención parece estar desplazándose hacia el desarrollo de directrices voluntarias para las mejores prácticas, en lugar de una prohibición total.
Corresponde a los países africanos desarrollar una postura común sobre las Laws y colaborar con organismos globales como la ONU para prohibir su despliegue en el continente. Aquellos que las fabrican deben encontrar otros lugares donde utilizar estas máquinas letales.
Ezenwa E. Olumba, Doctoral Research Fellow, Conflict, Violence, & Terrorism Research Centre, Royal Holloway University of London; Samuel Oyewole, Postdoctoral Research Fellow, Department of Political Sciences, University of Pretoria; y Tony Onazi Oche, Assistant Lecturer in International Relations.
Este artículo ha sido publicado por The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.